Ahora dicen que cada vez más gente despediría al gran diario argentino
"Primero se llevaron el criterio periodístico y no me conmoví; después echaron a los correctores y no me importó, más tarde secuestraron los verbos de los títulos y no le presté atención; ahora me toca a mí, y es la hora del cierre".
Acaso haría falta la voz grave y comprometida de Cipe Lincovsky para transmitir la conmoción que envuelve a los allegados del "gran diario argentino". Esas generaciones de gente que día tras día esperaban ansiosas la llegada del pesado ejemplar, abierto cada mañana con la avidez propia de quien necesita saber cuál es el descuento de Coto de esa jornada o qué nueva tribu urbana de tres integrantes irrumpe en la ciudad.
Ahora dicen que Clarín murió. Y aunque las altas fuentes de la empresa no lo han confirmado ni desmentido, sus lectores, acostumbrados a la rutina de lo confuso y lo impresiso, no necesitan más datos para llorarlo. ¿Acaso no murió también el mítico Crítica, de Botana? ¿No hubo un final para El Mundo, que acogió la pluma de Roberto Arlt? ¿No se acalló la valiente voz de El Expreso, de Gerardo Sofovich? Es que en esta Argentina de pobreza disfrazada en índices falsos y la persecución del distinto, la verdad molesta y arde. Por eso Clarín intentó siempre ponerle paños fríos y darles a sus lectores la frescura de la noticia a medias, la mesura de la nota negociada, la tranquilidad de la agenda insulsa.
No sorprendería a nadie que el doloroso radiopasillo que hoy circula por los mentideros periodísticos se confirme y la gente no encuentre más, en la parada de su canillita amigo, el diario fundado hace más de 63 años por Roberto Noble. Se podría haber confirmado la especie, pero sería traicionar el legado periodístico del colega en desgracia. Chequear la muerte de Clarín es hacerle el juego a quienes quisieron verlo de rodillas sin que medie negocio a cambio. Es darles la diestra a los oportunistas que le pedían sintaxis y claridad, como si eso importara.
Cientos de miles de personas llegadas desde diversos puntos del país en distintos medios de transporte hoy (por ayer) se reunieron para despedir a un amigo de papel. Esa amistad perdurará en el corazón y el hipotálamo de los lectores hasta que el vértigo de la sociedad sobreinformada la borre definitivamente. Mientras tanto, el desempleo, el hambre y la velocidad seguirán matando a los argentinos. Y ya no habrá un medio que tenga la valentía de poner sobre ellos el dedo acusador de manera libre e independiente.
Revista Barcelona, 11 de Septiembre de 2009