"Es el momento más sincero del periodismo"
Eduardo Aliverti
Desde Marca de radio cada sábado en La Red, desde su columna semanal en Página/12 o desde su rol como responsable de AM 750, Eduardo Aliverti mantiene a través de los años una mirada crítica sobre el presente político argentino. En la actualidad, a partir de una gestión de gobierno por la que manifiesta adherir desde un "apoyo crítico", también propone analizar los cambios profundos y curiosos enroques en el oficio de periodista.
¿En qué aspectos señalarías los cambios en el trabajo del periodista respecto de la confrontación entre el Grupo Clarín y los medios más cercanos al gobierno nacional?
-No creo que se haya modificado, sí hubo quienes se movieron de donde estaban. Que tengas que tener en cuenta los avisadores, la rigurosidad profesional y la coherencia en lo político e ideológico respecto de tu trayectoria, y que seas también consecuente en cómo regulas esas tensiones, no es algo que se haya modificado. Lo que cambió es que se sinceró ese aspecto, por lo menos de cara a lo que la sociedad percibe. Salvo alguna franja social que está más cerca del odio y la descerebración política que de otra cosa, la mayoría hoy tiene claro que el periodismo es un factor de poder, y que cada vez lo es más a partir del enfrentamiento con el gobierno. Lo que se modificó es la postura de algunos colegas que continúan sin reconocer estrictamente lo político e ideológico de
su laburo, por fuera de ese ilusionismo que pretenden vender respecto de su
papel. En ese sentido, es el momento más sincero del periodismo argentino.
-Señalaste
que era un momento saludable del periodismo en contraposición con el discurso
de otros colegas que lo ven como el más difícil ante el mismo escenario. ¿Por
qué crees que surge esta diferencia de miradas?
-No creo que en el fondo haya diferencia de miradas. No puedo
suscribir que sensatamente digan que este es un momento peligroso o coercitivo
para el periodismo cuando, por otra parte, quienes encabezan esa lógica son los
que disponen de más medios a su alcance para decir absolutamente lo que
quieran y con un nivel de agresividad antigubernamental que muy pocas veces he
visto. Hay algunos periodistas a los que individualmente no les da la
correlación de fuerza para oponerse a los dictados de la patronal, pero
quienes se quejan de que los márgenes de libertad de expresión son cada vez más
estrechos son los que cada vez disponen de mayor margen.
Hay un dato interesante: lo que sí se ha
modificado es la exigencia de rigurosidad profesional por parte del público.
Ni en el caso del periodismo cercano al oficialismo ni en el de la militancia
ultra opositora hay exigencia de rigor informativo, investigativo, etc. Es el
propio público el que exige a los periodistas que asuman una postura pro o
contra. No creo que se vea a Lanata por otra cosa que no sea entretenimiento
furibundamente antikirchneris-ta, pero no importa la rigurosidad de los datos
que vierte. Es tal el quiebre que la sociedad vive entre quienes manifiestan su
apoyo más o menos entusiasta al gobierno y quienes, en el caso de una postura
opositora, se centran en encontrar cada pelo en la leche, y la exigencia al
periodista es que la opinión furiosamente se ajuste con la postura de cada
quien de los ciudadanos. Esto registra algún grado de retroalimentación mutua,
porque en*la medida en que el público se siente conforme sólo con eso, los
medios descuidan cada vez más los aspectos de rigurosidad. El periodismo
argentino, salvo excepciones, ha caído en calidad profesional.
-¿Te preocupa que ante un escenario de extrema polarización tu opinión
pueda quedar ligada a discursos y opiniones de otros personajes que, en
términos políticos, cuenten con un pasado nefasto, sólo por el hecho de que
enfrente tengas un adversario ideológico como Clarín o La Nación?
-No. Las preocupaciones pasan más bien
por el hecho de extremar el rigor cuando opino. Me parece que soy un
periodista que resisto el archivo, y desde lo pecuniario no tengo nada que
ocultar. En todo caso, estoy mucho más atento a que se me siga considerando
como un tipo de izquierda con pensamiento crítico que no se guarda
cuestionamientos a lo que ve mal de un proceso como éste, al que apoyo en
general. Eso me inquieta más, sin que por esto yo cuestione a quienes sí han
decidido definirse come propagandistas de lo que la oposición llama "el
régimen". Me han ofrecido participar en varios de esos programas, que son
cuestionados por tener una postura oficialista acérrima, y los he rechazado.
No precisamente porque la plata fuera poca, sino porque er eso sí considero que
yo hubiera quedado excesivamente pegado en la construcción imaginaria de que se
pueda decir: "estás pagado para opinar'". Rechacé eso sin dudar,
porque en mi caso tengo claro qué debo ser y parecer.
¿Cuál es tu mirada
sobre ese aparato de propaganda y difusión del gobierno que se fue
construyendo? ¿Es legítimo que un gobierno tenga un aparato de ese estilo?
-Es legítimo que un gobierno tenga un aparato de propaganda. Tiene la
obligación de defenderse y de atacar. Es una lucha política. Si yo no aprobara
esto estaría situándome en el rol de atalaya moralista apolitizado con que se
pretenden investir algunos de los comunicadores del establishment. A mí no me
gustaría formar parte de ese aparato, porque quedaría preso de la inexistencia
de exposición de mi pensamiento crítico, y no puedo desempeñar ese papel.
Defiendo, porque tiene un valor importante como discurso contrahegemónico, un
programa como 6,7,8.
Fui como invitado,
pero no podría ser panelista porque me consideraría atado a sostener un
discurso que me reprimiría la posibilidad de crítica. Debe ser por eso también
que considero más valeroso que se asuma una postura de defensa general, pero
con cuestionamientos puntuales, del kirchnerismo desde espacios como los que
me pago para estar al aire o los que construyo, pero decididamente no podría
jugar ese papel. Y menos de una manera diaria o excesivamente periódica.
-Lo
curioso, más allá de la valoración que hace cada uno de los productos que están
armados para la propaganda, es que ninguno de los periodistas que trabajan allí
se ven a sí mismos como propagandistas...
-No
comparto, yo creo que sí. En el caso de los panelistas de 6,7,8 lo asumen, y en los productos
periodísticos ligados al oficialismo está entre implícito y explícito que es
así. De hecho, Orlando Barone se definió públicamente como un ex periodista.
Ye no estoy de acuerdo, porque un periodista es alguien que relata algo con
mayor o menor nivel de rigurosidad profesional y más o menos atento al lugar
ideológico desde donde lo expone. No creo que el periodismo de raigambre
marcadamente oficialista, si querés propagandísticamente oficialista, vaya en
desmedro del rol de la profesión en la medida en que lo deje en claro. Mucho
más hipócrita es el lugar donde se plantan los periodistas llamados
corporativos, que sí se siguen pretendiendo impolutos.
Está claro que el tipo de invitados que
van a los programas oficialistas, las columnas que se hacen, las opiniones que
se vierten, están en la frontera que definiría entre el rigor y la propaganda.
Bueno, también se puede ser riguroso haciendo propaganda. Mientras dejes claro
el lugar desde donde hablas, no hay desmedro para la profesión.
Ahora, en el caso de los periodistas de
la oposición, me parece mucho más cínico. En el caso de muchos que conozco, me
consta que operan así porque la correlación de fuerzas no les da para oponerse.
De otros, lo que rige es comprarse un discurso para poder soportar anímicamente
la situación por la que atraviesan, por eso sobreactúan el papel de la patronal
que los contrata: para sobrellevar ese estar cotidiano en una situación que en
otro momento no tolerarían. Y de otros me consta que son
claramente mercenarios.
-¿Por qué
supones que en los medios oficialistas no se ejercer pensamiento crítico como
herramienta superadora de la n, como correctivo de aquello que se hace mal?
Ocurren dos cosas. Si trabajas en
medios de cercanía con el kirchnerismo no hay mucho espacio para cuestionamiento
crítico, dentro de un marco de apoyo del proyecto en general. Por eso no acepté
cargos, me sentiría condicionado. Mi modelo de televisión estatal no sería el
actual, más allá de que justifico y entiendo el relevante que han tenido estos
espacios para construir discurso antihegemónico. Este no es un oficialismo
fácil para apoyar periodísticamente y que a la vez, te sientas en libertad de cuestionarle
todo lo que querés. Es un oficialismo de todo o nada, en cuanto al grado de respaldo
que le puedas brindar. Los funcionarios se enojan mucho cuando los criticas,
pese a que los apoyes en general. Hay otra respuesta ligada a que los periodistas
más cercanos al oficialismo se sienten dando una batalla política y entienden que cualquier crítica no hace más
que servir al enemigo. En líneas generales, se sienten a gusto con el papel desempeñan.
Siendo
un tipo de izquierda, ¿cómo te llevas con las contradicciones de esta gestión?
Me llevo bien. Algunas cosas me
han dado bronca pero no me las he callado nunca. Si lo veo desde una
perspectiva de izquierda ortodoxa y pienso que los ricos están ganando plata
como nunca obviamente pienso que podría llevarme mal. Si lo veo a partir de lo
que puede esperarse de un gobierno burgués y teniendo en cuenta lo que se viene,
la verdad es que no tengo mayores contradicciones. En todo caso, lo que tengo
son señalamientos hacia algunas formas. Creía y sigo creyendo que es un
gobierno muy chiquito en cuanto a toma de decisiones. Es un gobierno bastante entropico,
que convoca a la participación en sus discursos, pero la práctica cotidiana se
la reserva a unos pocos cuadros, muy crítico de su política de comunicación. Es
extraño pero la comunicación de este gobierno es Cristina Fernández, nada más.
La comunicación es la Líder y la propaganda. En realidad, no a política de
comunicación; lo que hay es un eficaz sistema de comunicación paragubernamental
que está dado por las estructuras periodísticas afines al oficialismo o por
Carta Abierta. En eso son eficaces, el kirchnerismo comunica mucho mejor por vía
indirecta. Es muy escasa la participación comunicacional de ministros y los
funcionarios en general, y también está inmersa en una paradojal picardía
porque tiene buenos cuadros comunicacionales que no hablan. En ese sentido,
hay mucho punto de contacto con lo que ha sido el peronismo históricamente:
líder, sin intermediarios. Es un dato interesante, porque también es cierto que
un esquema tan centralizado en la figura de la Presidenta la somete
excesivamente a probabilidades de yerro que después pueden suponer costos
políticos: todo lo comunica la Presidenta.
Pasando a otro tema, ¿la implementación a fondo de la medios va a
generar un cambio estructural en las forma de hacer periodismo que vemos hoy?
No parece. Hay dos problemas que
subrayo cada vez más, pero siempre dije: la sustentabilidad económica de los
nuevos actores a promover e insertar, y la capacitación. La Ley de medios hoy está
cuasiparada, esto hay que asumirlo y cualquier funcionario te lo reconoce bien
que en voz más baja que alta. Tiene que ver con que el kirchnerismo es muy desordenado; me
refiero a que libera una energía que después no sabe administrar, y el caso de
la Ley de Medios es un ejemplo. Más allá de todo lo que ha sido la barrera impuesta
por las chicanas judiciales de Clarín, el tema del otorgamiento de nuevas licencias, la capacitación de los
nuevos actores, no está ligado a que por el artículo 161 Clarín
tenga que desprenderse de lo que le sobra.
Si después de todo lo que hiciste
en términos de herramienta legal nueva, suponiendo que hubiere estrategias
ligadas a un apoyo social concreto a cooperativas, ONGs, sindicatos y toda la
estructura de lo que se conoce como espacio social o público; si todas esas
hipótesis se corroboraran, quedaría ver cómo armas una buena programación.
Mi optimismo tiene que
ver con que seguimos viviendo una etapa política que despliega energías
creativas, de cuestionamiento, fuerza militante que desde el punto de vista
político hace esperanzarse en cuanto a su permanencia y consolidación. Pero me
estoy refiriendo a que esa velocidad a la que se va tenga una estructura
profesional detrás. Que cuando hablas de espacio público también sepas cómo hacer
un programa de radio o montar un producto televisivo. Hay un antecedente de
todo esto: el fenómeno de las radios truchas en los años ochenta. En muchos
casos terminaron cooptadas por el propio sistema, quedando asimiladas a
estructuras comerciales, pero también fracasaron por un espíritu falsamente
amateur que implicó no poder seguir generando audiencia porque no producían
buena calidad de contenidos. Esto es peligroso porque si no se toma nota, los
pedazos de lo que hiciste estallar los va a reabsorber el propio sistema.
Otra contradicción central está en todo el espectro que abren las señales
digitales. La verdad es que si por aire, no por cableado, el Estado decide
apretar el acelerador y ofrecer por una nueva mediación tecnológica un paquete
atractivo que además de lo que ya hay, incluya películas, deportes y buenos
productos, se acabó el negocio del cable en Argentina. Se acabaron todos. Yo me
pregunto: ¿van a dar ese paso político? ¿Van a liquidar el cable en Argentina?
Porque se acaba no sólo Cablevisión, también Pierri, Vila-Manzano, todos. Sería
formidable, pero es una contradicción interesante si es que se deciden ir a
fondo. Veremos.
Revista Sudestada Nº110
Revista Sudestada Nº110
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