miércoles, 25 de julio de 2012

Periodismo en la era K


"Es el momento más sincero del periodismo"
Eduardo Aliverti

Desde Marca de radio cada sábado en La Red, desde su co­lumna semanal en Página/12 o desde su rol como respon­sable de AM 750, Eduardo Aliverti mantiene a través de los años una mirada crítica sobre el presente político argentino. En la actualidad, a partir de una gestión de gobierno por la que mani­fiesta adherir desde un "apoyo crítico",  también propone analizar los cambios profundos y curiosos enroques en el oficio de perio­dista.

¿En qué aspectos señalarías los cambios en el trabajo del periodista respecto de la confrontación entre el Grupo Clarín y los medios más cercanos al gobierno nacional?
-No creo que se haya modificado, sí hubo quienes se movieron de donde estaban. Que tengas que tener en cuenta los avisadores, la rigurosidad profesional y la coherencia en lo político e ideológi­co respecto de tu trayectoria, y que seas también consecuente en cómo regulas esas tensiones, no es algo que se haya modificado. Lo que cambió es que se sinceró ese aspecto, por lo menos de cara a lo que la sociedad percibe. Salvo alguna franja social que está más cerca del odio y la descerebración política que de otra cosa, la mayoría hoy tiene claro que el periodismo es un factor de poder, y que cada vez lo es más a partir del enfrentamiento con el gobierno. Lo que se modificó es la postura de algunos colegas que continúan sin reconocer estrictamente lo político e ideoló­gico de su laburo, por fuera de ese ilusionismo que pretenden vender respecto de su papel. En ese sentido, es el momento más sincero del periodismo argentino.

-Señalaste que era un momento saludable del periodismo en contraposición con el discurso de otros colegas que lo ven como el más difícil ante el mismo escenario. ¿Por qué crees que surge esta diferencia de miradas?
-No creo que en el fondo haya diferencia de miradas. No pue­do suscribir que sensatamente digan que este es un momento peligroso o coercitivo para el periodismo cuando, por otra parte, quienes encabezan esa lógica son los que disponen de más me­dios a su alcance para decir absolutamente lo que quieran y con un nivel de agresividad antigubernamental que muy pocas veces he visto. Hay algunos periodistas a los que individualmente no les da la correlación de fuerza para oponerse a los dictados de la pa­tronal, pero quienes se quejan de que los márgenes de libertad de expresión son cada vez más estrechos son los que cada vez disponen de mayor margen.
Hay un dato interesante: lo que sí se ha modificado es la exi­gencia de rigurosidad profesional por parte del público. Ni en el caso del periodismo cercano al oficialismo ni en el de la militancia ultra opositora hay exigencia de rigor informativo, investigativo, etc. Es el propio público el que exige a los periodistas que asuman una postura pro o contra. No creo que se vea a Lanata por otra cosa que no sea entretenimiento furibundamente antikirchneris-ta, pero no importa la rigurosidad de los datos que vierte. Es tal el quiebre que la sociedad vive entre quienes manifiestan su apoyo más o menos entusiasta al gobierno y quienes, en el caso de una postura opositora, se centran en encontrar cada pelo en la leche, y la exigencia al periodista es que la opinión furiosamente se ajus­te con la postura de cada quien de los ciudadanos. Esto registra algún grado de retroalimentación mutua, porque en*la medida en que el público se siente conforme sólo con eso, los medios descuidan cada vez más los aspectos de rigurosidad. El periodis­mo argentino, salvo excepciones, ha caído en calidad profesional.

-¿Te preocupa que ante un escenario de extrema polariza­ción tu opinión pueda quedar ligada a discursos y opiniones de otros personajes que, en términos políticos, cuenten con un pasado nefasto, sólo por el hecho de que enfrente tengas un adversario ideológico como Clarín o La Nación?
-No. Las preocupaciones pasan más bien por el hecho de ex­tremar el rigor cuando opino. Me parece que soy un periodista que resisto el archivo, y desde lo pecuniario no tengo nada que ocultar. En todo caso, estoy mucho más atento a que se me siga considerando como un tipo de izquierda con pensamiento crítico que no se guarda cuestionamientos a lo que ve mal de un proceso como éste, al que apoyo en general. Eso me inquieta más, sin que por esto yo cuestione a quienes sí han decidido definirse come propagandistas de lo que la oposición llama "el régimen". Me han ofrecido participar en varios de esos programas, que son cuestio­nados por tener una postura oficialista acérrima, y los he rechaza­do. No precisamente porque la plata fuera poca, sino porque er eso sí considero que yo hubiera quedado excesivamente pegado en la construcción imaginaria de que se pueda decir: "estás paga­do para opinar'". Rechacé eso sin dudar, porque en mi caso tengo claro qué debo ser y parecer.

¿Cuál es tu mirada sobre ese aparato de propaganda y difusión del gobierno que se fue construyendo? ¿Es legítimo que un gobierno tenga un aparato de ese estilo?
-Es legítimo que un gobierno tenga un aparato de propaganda. Tiene la obligación de defenderse y de atacar. Es una lucha políti­ca. Si yo no aprobara esto estaría situándome en el rol de atalaya moralista apolitizado con que se pretenden investir algunos de los comunicadores del establishment. A mí no me gustaría formar parte de ese aparato, porque quedaría preso de la inexistencia de exposición de mi pensamiento crítico, y no puedo desempeñar ese papel. Defiendo, porque tiene un valor importante como dis­curso contrahegemónico, un programa como 6,7,8. Fui como invi­tado, pero no podría ser panelista porque me consideraría atado a sostener un discurso que me reprimiría la posibilidad de crítica. Debe ser por eso también que considero más valeroso que se asuma una postura de defensa general, pero con cuestionamien­tos puntuales, del kirchnerismo desde espacios como los que me pago para estar al aire o los que construyo, pero decididamente no podría jugar ese papel. Y menos de una manera diaria o exce­sivamente periódica.

-Lo curioso, más allá de la valoración que hace cada uno de los productos que están armados para la propaganda, es que ninguno de los periodistas que trabajan allí se ven a sí mismos como propagandistas...
-No comparto, yo creo que sí. En el caso de los panelistas de 6,7,8 lo asumen, y en los productos periodísticos ligados al ofi­cialismo está entre implícito y explícito que es así. De hecho, Or­lando Barone se definió públicamente como un ex periodista. Ye no estoy de acuerdo, porque un periodista es alguien que relata algo con mayor o menor nivel de rigurosidad profesional y más o menos atento al lugar ideológico desde donde lo expone. No creo que el periodismo de raigambre marcadamente oficialista, si querés propagandísticamente oficialista, vaya en desmedro del rol de la profesión en la medida en que lo deje en claro. Mucho más hipócrita es el lugar donde se plantan los periodistas llamados corporativos, que sí se siguen pretendiendo impolutos.
Está claro que el tipo de invitados que van a los programas ofi­cialistas, las columnas que se hacen, las opiniones que se vierten, están en la frontera que definiría entre el rigor y la propaganda. Bueno, también se puede ser riguroso haciendo propaganda. Mientras dejes claro el lugar desde donde hablas, no hay desme­dro para la profesión.
Ahora, en el caso de los periodistas de la oposición, me parece mucho más cínico. En el caso de muchos que conozco, me consta que operan así porque la correlación de fuerzas no les da para oponerse. De otros, lo que rige es comprarse un discurso para poder soportar anímicamente la situación por la que atraviesan, por eso sobreactúan el papel de la patronal que los contrata: para sobrellevar ese estar cotidiano en una situación que en otro momento no tolerarían. Y de otros me consta que son claramente mercenarios.

-¿Por qué supones que en los medios oficialistas no se ejercer pensamiento crítico como herramienta superadora de la n, como correctivo de aquello que se hace mal?
Ocurren dos cosas. Si trabajas en medios de cercanía con el kirchnerismo  no hay mucho espacio para cuestionamiento crítico, dentro de un marco de apoyo del proyecto en general. Por eso no acepté cargos, me sentiría condicionado. Mi modelo de televisión estatal no sería el actual, más allá de que justifico y entiendo el relevante que han tenido estos espacios para construir discurso antihegemónico. Este no es un oficialismo fácil para apoyar periodísticamente y que a la vez, te sientas en libertad de cuestionarle todo lo que querés. Es un oficialismo de todo o nada, en cuanto al grado de respaldo que le puedas brindar. Los funcionarios se enojan mucho cuando los criticas, pese a que los apoyes en general. Hay otra respuesta ligada a que los periodistas más cercanos al oficialismo se sienten dando una batalla política  y entienden que cualquier crítica no hace más que servir al enemigo. En líneas generales, se sienten a gusto con el papel desempeñan.

Siendo un tipo de izquierda, ¿cómo te llevas con las contradicciones de esta gestión?
Me llevo bien. Algunas cosas me han dado bronca pero no me las he callado nunca. Si lo veo desde una perspectiva de izquierda ortodoxa y pienso que los ricos están ganando plata como nunca obviamente pienso que podría llevarme mal. Si lo veo a partir de lo que puede esperarse de un gobierno burgués y teniendo en cuenta lo que se viene, la verdad es que no tengo mayores contradicciones. En todo caso, lo que tengo son señalamientos hacia algunas formas. Creía y sigo creyendo que es un gobierno muy chiquito en cuanto a toma de decisiones. Es un gobierno bastante entropico, que convoca a la participación en sus discursos, pero la práctica cotidiana se la reserva a unos pocos cuadros, muy crítico de su política de comunicación. Es extraño pero la comunicación de este gobierno es Cristina Fernández, nada más. La comunicación es la Líder y la propaganda. En realidad, no a política de comunicación; lo que hay es un eficaz sistema de comunicación paragubernamental que está dado por las estructuras periodísticas afines al oficialismo o por Carta Abierta. En eso son eficaces, el kirchnerismo comunica mucho mejor por vía indirecta. Es muy escasa la participación comunicacional de ministros y los funcionarios en general, y también está inmersa en una paradojal picardía porque tiene buenos cuadros comuni­cacionales que no hablan. En ese sentido, hay mucho punto de contacto con lo que ha sido el peronismo históricamente: líder, sin intermediarios. Es un dato interesante, porque también es cierto que un esquema tan centralizado en la figura de la Presidenta la somete excesivamente a probabilidades de yerro que después pueden suponer costos políticos: todo lo comunica la Presidenta.

        Pasando a otro tema, ¿la implementación a fondo de la medios va a generar un cambio estructural en las forma de hacer periodismo que vemos hoy?

No parece. Hay dos problemas que subrayo cada vez más, pero siempre dije: la sustentabilidad económica de los nuevos actores a promover e insertar, y la capacitación. La Ley de medios hoy está cuasiparada, esto hay que asumirlo y cualquier funcionario te lo reconoce bien que en voz más baja que alta. Tiene que ver con  que el kirchnerismo es muy desordenado; me refiero a que libera una energía que después no sabe administrar, y el caso de la Ley de Medios es un ejemplo. Más allá de todo lo que ha sido la barrera impuesta por las chicanas judiciales de Clarín, el tema del otorgamiento de nuevas licencias, la capacitación de los nuevos actores, no está ligado a que por el artículo 161 Clarín tenga que desprenderse de lo que le sobra.
Si después de todo lo que hiciste en términos de herramien­ta legal nueva, suponiendo que hubiere estrategias ligadas a un apoyo social concreto a cooperativas, ONGs, sindicatos y toda la estructura de lo que se conoce como espacio social o público; si todas esas hipótesis se corroboraran, quedaría ver cómo armas una buena programación.
Mi optimismo tiene que ver con que seguimos viviendo una etapa política que despliega energías creativas, de cuestionamiento, fuerza militante que desde el punto de vista político hace esperanzarse en cuanto a su permanencia y consolidación. Pero me estoy refiriendo a que esa velocidad a la que se va tenga una estructura profesional detrás. Que cuando hablas de espacio pú­blico también sepas cómo hacer un programa de radio o montar un producto televisivo. Hay un antecedente de todo esto: el fenó­meno de las radios truchas en los años ochenta. En muchos casos terminaron cooptadas por el propio sistema, quedando asimila­das a estructuras comerciales, pero también fracasaron por un es­píritu falsamente amateur que implicó no poder seguir generan­do audiencia porque no producían buena calidad de contenidos. Esto es peligroso porque si no se toma nota, los pedazos de lo que hiciste estallar los va a reabsorber el propio sistema.
Otra contradicción central está en todo el espectro que abren las señales digitales. La verdad es que si por aire, no por cableado, el Estado decide apretar el acelerador y ofrecer por una nueva me­diación tecnológica un paquete atractivo que además de lo que ya hay, incluya películas, deportes y buenos productos, se acabó el negocio del cable en Argentina. Se acabaron todos. Yo me pre­gunto: ¿van a dar ese paso político? ¿Van a liquidar el cable en Argentina? Porque se acaba no sólo Cablevisión, también Pierri, Vila-Manzano, todos. Sería formidable, pero es una contradicción interesante si es que se deciden ir a fondo. Veremos.


Revista Sudestada Nº110

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